Brandy, Cigarros, Sueños de máquina
¿Alguna vez las computadoras se volverán lo suficientemente reflexivas como para ganarse la personalidad? Cincuenta años de experimentación y debate no han acercado a los investigadores a un consenso sobre el tema, tal vez porque plantea una inquietante pregunta científica: ¿qué es un pensamiento? -en contra de uno filosófico y ético aún más pegajoso: ¿Qué es una persona? En The Cambridge Quintet, el físico y escritor John L. Casti recluta a cinco de los intelectuales más distinguidos del siglo como dramatis personae en una acalorada e hipotética conversación durante una cena que explora esta falla.
Bajo la dirección de Casti, los personajes aportan tanto diversión como el tema. La cena tiene lugar en la Universidad de Cambridge de Inglaterra en 1949, y el anfitrión, apropiadamente, es el físico y novelista C.P. Nieve. Alan Turing, el matemático introvertido y descifrador de códigos de la Segunda Guerra Mundial, defiende la plausibilidad de la inteligencia artificial. Turing esboza para sus colegas la proposición (ahora conocida como la prueba de Turing) de que cualquier máquina con habilidades de conversación indistinguibles de las de un humano debe considerarse inteligente, sin importar cuán programado pueda ser este comportamiento.
Esta historia fue parte de nuestro número de mayo de 1998
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Al otro lado de la mesa, y al otro lado de un vasto abismo ideológico, de Turing está el filósofo Ludwig Wittgenstein. En la cena, como en sus escritos, Wittgenstein postula que el medio esencial del pensamiento es el lenguaje, y que el lenguaje se basa en reglas culturalmente compartidas. Sin cultura o experiencias propias, Wittgenstein declara firmemente, incluso las máquinas capaces de pasar la prueba de Turing no serían personas y no tendrían una comprensión genuina de las palabras que usaban; Puede que tengan sueños de máquina, dice furioso, pero esos sueños están tan lejos de ser los sueños de un humano como lo está una pala de vapor de ser el jardinero universitario que cava en el patio.
El genetista J.B.S. Haldane y el físico Erwin Schrdinger, como los dos últimos invitados a la cena, aportan un empirismo muy necesario a esta disputa metafísica. Sin embargo, esto no es un drama de vestuario, y Casti no limita las perspectivas científicas de sus personajes a las disponibles a fines de la década de 1940. Algunas de las ideas de Noam Chomsky sobre la estructura profunda del lenguaje humano, por ejemplo, llegan a la boca de Turing, mientras Wittgenstein blande el famoso argumento de la habitación china de John Searle contra la validez de la prueba de Turing. De esta manera, la cena recapitula la propia historia de la IA desde 1949, con un acuerdo sobre las perspectivas, o incluso los criterios, de la inteligencia de las máquinas que siempre se aleja en la distancia. El libro de Casti ofrece a los recién llegados una introducción completa y accesible al conflicto, y a los veteranos una reseña que invita a la reflexión, todo ello animado por la buena compañía y la buena comida. Los verdaderos invitados son los lectores de Casti.